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 Vicente  Pío Marcelino Cirilo Aleixandre y Merlo (,Sevilla 26  de abril de 1898 – Madrid, 13  de diciembre de 1984)  fue un poeta español de la llamada Generación  del 27. Elegido  académico en sesión del día 30  de junio de 1949,  ingresó en la Real  Academia Española el 22  de enero de 1950.  Ocupó el sillón de la letra O. Premio  Nacional de Literatura en 1933 por La  destrucción o el amor,  de 1932-33, Premio Francisco Franco en 1949 y Premio de la Crítica  en 1963 por En un vasto dominio, y en 1969,  por Poemas de la consumación, y Premio  Nobel de Literatura en 1977.
  Biografía Hijo  de una familia de la burguesía española, su padre fue ingeniero de  ferrocarriles. Nace en Sevilla en 1898 pero pasa su infancia en Málaga,  donde comparte estudios con el futuro escritor Emilio  Prados. Se  traslada a Madrid donde cursa estudios de Derecho y Comercio. En 1919 se licencia en Derecho y obtiene el título de intendente mercantil.  Ejerce de profesor de Derecho Mercantil desde 1920 hasta 1922 en la Escuela de Comercio. En 1917 conoce a Dámaso  Alonso en Las  Navas del Marqués,  lugar donde veraneaba, y este contacto supone el descubrimiento de Rubén  Darío, Antonio  Machado y Juan  Ramón Jiménez.  Inicia de este modo una profunda pasión por la poesía. Su  salud empieza a empeorar en 1922. En 1925 se le declara una nefritis tuberculosa, que termina con la  extirpación de un riñón, operación realizada en 1932.  Publica sus primeros poemas en la Revista de Occidente en 1926.  Establece contacto con Cernuda, Altolaguirre, Alberti y García  Lorca.  A lo largo de su vida ocultó su homosexualidad. En los años treinta  el poeta conoce a Andrés Acero y ambos inician una intensa relación  amorosa que será interrumpida por el exilio a México de Andrés  tras la Guerra Civil. En palabras de Molina  Foix,  "Aleixandre era muy pudoroso de su condición homosexual por el daño que pudiera hacer a su familia, sobre todo a su hermana,  pero a mí me dijo que cuando muriese no le importaba que se supiera  la verdad; consideraba que no era ningún desdoro". Después de  la Guerra  Civil no se exilia, a pesar de sus ideas izquierdistas, permanece en España y se convierte en uno de los maestros de los jóvenes poetas. Murió  el 13 de diciembre de 1984 aunque oficialmente figurase el día 14  como el de su muerte, en realidad falleció el día 13 a las 22h23 UTC.Obra  poética Su  obra poética presenta varias etapas: pura, surrealista,  antropocéntrica y de vejez. Poesía  puraSu  primer libro, Ámbito, compuesto entre 1924 y 1927 y publicado en Málaga en 1928,  es la obra de un poeta incipiente, que aún no ha encontrado su  propia voz. Predomina el verso corto asonantado y la estética de la poesía  pura juanramoniana y guilleniana, además de ecos ultraístas y de la poesía clásica  española de la Edad de Oro, especialmente Fray  Luis e León y Góngora. Poesía  surrealistaEn  los años siguientes, entre 1928 y 1932,  se produce un cambio radical en su concepción poética. Inspirado  por los precursores del surrealismo (en especial por Arthur  Rimbaud y Lautréamont)  y por Freud,  adopta como forma de expresión el poema  en prosa (Pasión de la Tierra, de 1935)  y el verso  libre (Espadas como labios, de 1932; La  destrucción o el amor,  de 1935, Sombra del Paraíso, de 1944).  La estética de estos poemarios es irracionalista, y la expresión se  acerca a la escritura  automática,  aunque sin aceptar la misma como dogma de fe. El poeta celebra el  amor como fuerza natural ingobernable, que destruye todas las  limitaciones del ser humano, y critica los convencionalismos con que  la sociedad intenta apresarlo.Poesía  antropocéntrica
 Tras  la guerra, su obra cambia, acercándose a las preocupaciones de la poesía  social imperante. Desde una posición solidaria, aborda la vida del hombre  común, sus sufrimientos e ilusiones. Su estilo se hace más sencillo  y accesible. Dos son los libros fundamentales de esta etapa: Historia  del corazón, de 1954 y En un vasto dominio, de 1962. Poesía  de vejezEn  sus últimos libros (Poemas de la consumación, de 1968,  y Diálogos del conocimiento, de 1974),  el estilo del poeta vuelve a dar un giro. La experiencia de la vejez  y la cercanía de la muerte le llevan de vuelta al irracionalismo  juvenil, aunque en una modalidad extremadamente depurada y serena. A  estos dos títulos canónicos, esto es, de los publicados en vida por  el propio poeta, podría añadirse un tercero, «En gran noche», de  aparición póstuma, en 1991,  y en la misma línea metafísica y reflexiva que los dos anteriores.
 Ciudad  del paraíso
 A mi ciudad de Málaga
 
 Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis  días marinos.
 Colgada del imponente monte, apenas detenida
 en  tu vertical caída a las ondas azules,
 pareces reinar bajo el  cielo, sobre las aguas,
 intermedia en los aires, como si una mano  dichosa
 te hubiera retenido, un momento de gloria,
 antes de  hundirte para siempre en las olas amantes.
 
 Pero tú duras,  nunca desciendes, y el mar suspira
 o brama por ti, ciudad de mis  días alegres,
 ciudad madre y blanquísima donde viví, y  recuerdo,
 angélica ciudad que, más alta que el mar, presides sus  espumas.
 Calles apenas, leves, musicales. Jardines
 donde flores  tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas.
 Palmas de luz que  sobre las cabezas, aladas,
 merecen el brillo de la brisa y  suspenden
 por un instante labios celestiales que cruzan
 con  destino a las islas remotísimas, mágicas,
 que allá en el azul  índigo, libertadas, navegan.
 Allí también viví, allí, ciudad  graciosa, ciudad honda.
 Allí donde los jóvenes resbalan sobre la  piedra amable,
 y donde las rutilantes paredes besan siempre
 a  quienes siempre cruzan, hervidores de brillos.
 Allí fui conducido  por una mano materna.
 Acaso de una reja florida una guitarra  triste
 cantaba la súbita canción suspendida del tiempo;
 quieta  la noche, más quieto el amante,
 bajo la lucha eterna que  instantánea transcurre.
 
 Un  soplo de eternidad pudo destruirte,
 ciudad prodigiosa, momento que  en la mente de un dios emergiste.
 Los hombres por un sueño  vivieron, no vivieron,
 eternamente fúlgidos como un soplo  divino.
 Jardines, flores. Mar alentado como un brazo que anhela
 a  la ciudad voladora entre monte y abismo,
 blanca en los aires, con  calidad de pájaro suspenso
 que nunca arriba. ¡Oh ciudad no en la  tierra!
 Por aquella mano materna fui llevado ligero
 por tus  calles ingrávidas. Pie desnudo en el día.
 Pie desnudo en la  noche. Luna grande. Sol puro.
 Allí el cielo eras tú, ciudad que  en él morabas.
 Ciudad que en él volabas con tus alas  abiertas.
 
 De "Sombra del paraíso" 1939
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